lunes, 22 de diciembre de 2008

La cola del cine


Hasta la fecha, todo lo que he colgado en este blog han sido poemillas de nueva creación, que he puesto según los he ido escribiendo... Ahora voy a hacer lo propio con un relato, "La cola del cine". A ver qué os parece. Espero que os guste.

La cola del cine
Domingo por la tarde. Como cada vez que la semana agoniza, el cine del centro de la ciudad abre sus puertas a la espera de que se forme la cola habitual. Seres cuyas vidas nada tienen en común se sitúan, uno tras otro, de manera ordenada, en busca de un poco de evasión. Pocos se conocen entre ellos, y algunos quieren ver una historia con intrigas y asesinatos. Otros se decantan por el humor como válvula de escape a la rutina diaria, mientras que no falta quien opta por una historia romántica, como si quisieran poner una cortina de humo delante de su propia soledad.
Hoy encima hace frío, y los abrigos se van situando en fila en dirección a la taquilla. De todos los colores, de todos los tejidos, de todos los tamaños. Tan variados como sus propios dueños. Y allí, a lo lejos, la veo. Como siempre. Con su eterno aire despistado, esperándome para ver la última película de ese actor norteamericano que tanto le gusta. Marta siempre ha preferido la pantalla grande para que le cuenten una historia. Por eso, ni los precios ni la opción de ver cine en casa le han frenado nunca. “Como en un cine, en ningún sitio”, me repite cada vez que la pereza me frena a la hora de quedar con el único objetivo de enfrascarme en una historia de la que poder sentirme protagonista. De la que obtener una efímera evasión.
Me acerco a ella, como tantas otras tardes, y la rodeo con mis brazos. Siempre me ha gustado esa sensación, el roce de su cuerpo en mis brazos. He ido a besarla, como siempre, pero esta vez su reacción ha sido diferente. Su calor, su sonrisa, su ternura, no estaban allí. Una fría mueca ha aparecido en su lugar.
-¿Qué te pasa?
Marta no ha sabido qué contestar. Sus labios, sellados, no han emitido sonido alguno. Como si padeciera sordera ante mis preguntas. Ni siquiera se ha atrevido a fijarme la mirada. Eso sí que me ha preocupado. Normalmente lo hace, incluso cuando había un problema entre nosotros. Cualquier tipo de roce. Sin embargo, en esta ocasión ha evitado levantar los ojos, como si quisiera huir, no estar allí en esos momentos.
-¿Qué te pasa, Marta?
Mi insistencia ha hecho que, al menos, ella haya hecho un ademán de responderme, un inconcluso gesto de réplica del que tampoco he obtenido aclaración alguna. He pensado entonces que, quizás, ella pudiera estar dolida por mis ausencias, excesivas a todas luces, como consecuencia de un trabajo tan absorbente como mal pagado. Que quizás pudiera estar agotando su paciencia por la falta de tiempo para estar juntos. O que, simplemente, tenía un mal día y ya está. Sin embargo, aunque sus labios han hecho un gesto, no ha sido capaz de articular palabra. Otra vez el silencio.
-Marta…
Mi tercer intento ha dado sus frutos por fin, aunque desde luego no de la manera que yo hubiera deseado. Su respuesta ha sido tan breve como desconcertante, y me ha dejado, si cabe, un regusto en el paladar más amargo del que me iba dominando apenas unos momentos antes.
-Nada, cosas mías…
Tres palabras que, lejos de aplacar mis nervios, han encendido todas las alarmas. Y es que después de cinco años de relación, ha aprendido que Marta es un libro abierto que sólo cierra sus páginas algunas veces. Pocas, muy pocas, es cierto. Pero cuando lo hace es como si la tierra se derrumbara bajo nuestros pies. Por eso me he asustado, más todavía, con su respuesta. Y me he sentido bloqueado, como si no de repente no fuera capaz de articular palabra. Mudo.
Inmediatamente, ella ha sentido la necesidad de cambiar de tema. De virar la dirección de los acontecimientos en aquella tarde sombría, en la que un nubarrón de consecuencias impredecibles amenazaba con descargar su furia sobre nuestras cabezas. Marta había sido mi única relación seria, por encima de flirteos nocturnos sin mayor importancia, y no sabía cómo reaccionar ante una situación como la que estaba asomando su cabeza ante nosotros. Ella, sin embargo, parecía tener un dominio mayor que yo. Como si supiera qué hacer en momentos tan tensos como los que se adivinaban en aquella cola del cine. Como si su mayor experiencia, o los cinco años que me llevaba, o ambas cosas, ejercieran como un mapa sobre el que guiar sus pasos.
-¿Qué película vamos a ver? – preguntó con la voz entrecortada.
Una mueca se dibujó en mi rostro, un gesto agrio. No sabía qué era lo que estaba sucediendo, y desde luego en lo último en lo que pensaba era en meterme en aquella sala oscura para compartir una sesión de cine con ella. En primer lugar, porque sabía de sobra que en cualquier momento iba a sentir un irrefrenable deseo de abrazar su cuerpo, de besar sus labios. Como tantas otras veces. Pero en aquella oportunidad nada parecía ser lo mismo. ¿Cómo podía reaccionar ante una situación así? Además, la prioridad en mi cabeza era aclarar aquello, comprender de una vez qué estaba sucediendo. Entender, si es que podía, las razones por las cuales había cambiado todo tanto en apenas 24 horas. Las que habían pasado desde nuestro último paseo otoñal, en el que todo parecía estar como siempre entre nosotros. Y si no lo estaba, quedaba claro que ella era una actriz todavía mejor que aquellas a las que tanto admiraba, a las que tantas horas pasaba mirando desde aquellas butacas rojas.
El viento, entonces, golpeó mi cara con una crudeza casi inédita en mi memoria. Como si quisiera avisarme del temporal que se avecinaba, su violencia me llegó a producir un dolor intenso. Como un mal fario, como si algo fuera a torcerse de manera inminente.
-Yo creo que deberíamos hablar – repliqué a su petición.
Si mi reacción había sido de sorpresa, la suya rozó el sarcasmo. Me miró como si quisiera decirme sin palabras si en realidad deseaba conversar, si mi anhelo realmente era el de conocer las razones de aquel cambio de humor tan inexplicable. Sus ojos aquella vez no decían “te quiero”. Más bien querían expresar un deseo de que no siguiera por aquel camino, de que no deseara conocer lo que ocurría. Sin embargo, yo no podía pensar en otra cosa.
-Tenemos que hablar – repetí, con la sensación de que mis palabras no estaban llegando a su destino y de que tenía que repetirlas para lograr un efecto que, en cualquier caso, no se acercaba ni de lejos al que hubiera deseado conseguir.
Ante mi insistencia, Marta me cogió por el brazo con suavidad y nos retiramos de la cola del cine ante la atónita mirada del grupo de adolescentes que, entre risas, esperaban su turno detrás de nosotros. Seguro que más de uno se alegró de vernos marchar, porque así su espera sería menos prolongada, pero no tenía humor para empezar a increpar a aquellos aspirantes a adulto.
Marta me guió hacia una cafetería cercana al cine, la misma en la que tantas veces habíamos cenado tras la correspondiente sesión y en la que habíamos hecho tertulia antes de que nuestra noche terminara entre las sábanas de alguna pensión. Sin embargo, sus coloridas paredes parecían, en aquella oportunidad, tornarse oscuras, como si ni nosotros mismos fuéramos los mismos de otras ocasiones. Como si nuestra propia etapa en común se afanara en engullir a pasos agigantados la distancia que le separaba de nuestro peor momento. Como si fuera uno de esos monstruos que, en sueños, te persiguen en una pesadilla que siempre termina en un barranco. Al mismo al que, pensaba yo, nos acercábamos de la mano.
El camarero, al vernos entrar, nos saludó con el gesto rutinario que pertenece a los clientes habituales, casi sin despegar la cabeza del vaso que limpiaba de manera incansable. Dos cafés con leche, pensó en aquel momento tras ver la hora que marcaba el reloj. Y se dispuso a ponerlos con la certeza de quien conoce los gustos y hábitos de todos sus clientes.
Nos sentamos en la mesa de siempre, como si tuviéramos miedo de cambiar algo de lo que tantas veces habíamos compartido, ahora que todo parecía romperse sin remedio. Al menos, eso era lo que yo pensaba, porque jamás había visto a Marta reaccionar de manera tan distante a mis abrazos y a mis besos. Daba la impresión de que no queríamos que el atrezzo, por usar términos cinematográficos, fuera distinto al de otras veces. Por mucho que el guión pareciera ser opuesto al de nuestras anteriores entregas.
Con los dos fieles cafés encima de la mesa, Marta se derrumbó y comenzó a llorar. Como si quisiera revelarme algo de consecuencias impredecibles e imparables. Las lágrimas comenzaron a caer por su mejilla y tornaron sus ojos en la definición de tristeza más fiel que jamás hubiera podido imaginar. El maquillaje comenzó a perder su lugar, presa del llanto de aquella belleza morena que me había hecho tocar el cielo con las manos, haciéndome sentir en ocasiones como un auténtico imbécil. Eso sí, un imbécil afortunado, porque veía las reacciones de la gente cuando caminábamos por la calle. La envidia de ellas y el deseo de ellos. Incluso, en ocasiones, lo contrario.
Más de una vez, incluso, pensaba en que aquello no era más que un sueño bello del que despertaría cuando menos me lo esperase. Que un día volvería a mi realidad y que ella se alejaría de mi vida. Que todo volvería al tono gris que dominó mi vida hasta su aparición en la misma, como una estrella de Hollywood. Quizás por eso le gustaba tanto el cine, pensé mientras sus lágrimas se empeñaban en tapar sus ojos. Los faros que me guiaban en mi caminar, pensaba cuando me ponía cursi, cuando el domingo languidecía y la lluvia marcaba su cansino ritmo detrás del cristal.
En realidad, si aquello hubiera sido la película que tantas veces habíamos visto juntos, podría haber adivinado que ella, quizás, había conocido a alguien más alto, más guapo, más rico, más… Más todo que yo. De hecho, podría haber pensado lo mismo por mis miedos, mis inseguridades. Mis complejos.
Cuando Marta se pudo calmar, miró al techo del local, semivacío a esas horas, como quien alza la mirada hacia el cielo en busca de respuestas. Como si no supiera cómo comenzar a decir lo que me tenía que decir, porque era evidente que de sus labios tenía que salir un discurso inesperado, porque ella no era de lágrima fácil y, de hecho, nunca le había visto llorar de aquel modo. Además, en aquel instante ya tenía más que claro que no me iba a gustar aquello que me tenía que contar. Fuera lo que fuera.
El principal candidato, desde luego, era la aparición de un nuevo actor en medio de la pareja protagonista. Mi rostro, supongo, delataba tal sospecha. Y ella, intuitiva a más no poder, descubrió que yo creía que, simplemente, había pasado a ser segundo plato. Que ya no sería por más tiempo su pareja. Lo que parecía no entender era que la idea me estaba destrozando por dentro.
-Por tercera vez, Marta, ¿qué te pasa?
En aquel momento, ella logró superar sus miedos, sus llantos, y quiso comenzar a hablar. Como en la cola del cine. Esa vez, en ese tercer intento, hizo caso al maldito refranero y lo logró.
-Verás…
Aquel modo de comenzar su discurso, usando un verbo en tiempo futuro, me resultó incluso paradójico, ya que yo, en mi propia fábrica de castillos aéreos, había dado por hecho que el porvenir ya no iba a existir para nosotros. No more. Por eso, me sonaba como una broma de mal gusto que hablara de futuro. Lo que no pensé fue que aferrarse a él era lo único que podía hacer en aquel instante.
-Empieza de una vez – ordené, en un estilo que no era el mío y que me hacía parecer irreconocible también ante mis propios ojos.
-Mira, pensarás que estoy loca, que jamás había reaccionado como hoy ante una muestra de cariño por tu parte.
No puedo estar más de acuerdo, pensé sin decir nada.
-Es que no tiene nada que ver contigo, de verdad. Soy yo. Algo ha cambiado para mí y no te mereces que te haga infeliz.
¿De qué estaba hablando? Nadie me había hecho más feliz que Marta a lo largo de toda mi vida. Y fuera cual fuera el problema, estaba dispuesto a poner todo lo que fuera necesario para solucionarlo. No veía a Marta capaz de hacerme infeliz, pero menos todavía era capaz de entender qué nos podía impedir seguir juntos.
-¿Pero Marta, qué es lo que…?
Ella tapó mis labios con su dedo, en una muestra inequívoca de que el silencio era la única respuesta que deseaba por mi parte. Como si no se viera con fuerzas para revelarme qué estaba sucediendo.
-Escucha, déjame hablar. Bastante duro es esto para mí como para que me interrumpas. Voy a hacer un esfuerzo por decirte lo que está sucediendo, pero déjame terminar. De lo contrario, me va a costar el doble volver a coger el hilo. Ya me conoces, me disperso con facilidad.
Eso era cierto. Sonreí, apenas una mueca triste, cuando recordé a Marta buscando un hotel en una lejana ciudad durante unas vacaciones de verano. Claro que yo tampoco era precisamente David Livingstone. Mi escasa capacidad de orientación tampoco facilitó, precisamente, las cosas, por lo que tardamos un par de horas largas en encontrar nuestro refugio. Como para haber llevado guía. Habría pedido la baja por depresión, reí en voz baja.
-Mira, te conozco lo suficiente como para saber lo que estás pensando. Crees que lo que me sucede es que hay alguien más, que he conocido a alguien o algo de ese pelo - radiografió con la precisión de un engranaje suizo, tras lo cual no se inmutó ante mi rostro de asombro, cercano al del niño que se ve sorprendido por su madre mientras devora una chocolatina a escondidas.
-¿Y no es…?
-No. Claro que no. ¿Cómo has podido pensar eso?– replicó, sin que, por paradójico que pudiera parecer en aquel instante, de sus ojos saliera siquiera un atisbo de reproche ante lo que, sin duda, consideraba una idea descabellada por mi parte. Marta se dispuso a beber un sorbo de café, como si tratara de tomar aire antes de seguir con su explicación.
-Hay algo que me impide seguir contigo, eso es todo. No quiero hacerte daño ni que cargues con eso. No te lo mereces – prosiguió con las manos en el rostro como si tratara de impedir que su tristeza lo invadiera todo y me contagiara.
-Pero, ¿qué…?
-No te lo quiero decir. No te lo puedo decir. No sería justo para ti – trató de argumentar, en un intento fracasado por explicar lo que estaba sucediendo entre nosotros.
-Pero Marta, cariño, ¿es que no confías en mí? – pregunté, con cierto tono de reproche al comprobar que, a pesar del tiempo transcurrido desde el inicio de nuestra relación, había temas que parecían seguir prohibidos para ella.
-No es eso – replicó ella, buscando en mis ojos compasión, como si anhelara obtener de los míos una comprensión que, simplemente, no podía ofrecerle. No al menos sin saber de qué estábamos hablando exactamente, no sin poner previamente las cartas sobre la mesa.
-Entonces, ¿qué es? – solicité, en un tono cercano al enfado, sorprendente incluso para mí. Pero no me resignaba a que la relación con ella, lo más importante de mi vida, fuese a resbalárseme entre los dedos como un pez, como en aquella vieja canción, sin saber cuál era el motivo. Quería saber más.
Ella dio entonces un respingo sobre la silla que la hizo casi palidecer. Como si el secreto que ocultaba, y del cual no quería hacerme partícipe, le hiciera sentir una carga imposible de soportar. Pese a su decisión de no compartir conmigo esa pesada losa, que parecía de mármol. Daba la impresión de que no podía moverla. Y esa sensación de intranquilidad en su rostro, en sus manos, en cada uno de sus movimientos, fue lo que hizo que todo estallara por los aires. Ya no pude más y, en aquel momento, por puro instinto, alcé mi mirada buscando en sus ojos una respuesta que, de una vez por todas, pusiera punto y final a aquella zozobra.
-Tengo cáncer de pecho – arrojó de golpe, como si ella anhelara liberarse de repente.
Mi rostro se tornó inerte de golpe, como si le hubiesen arrebatado la capacidad de expresarse por sí mismo. Como si fuera un boxeador después de recibir un golpe seco, de esos que te dejan noqueado en la lona antes de escuchar al árbitro enumerar la cuenta atrás definitiva. La que indica que ya no hay vuelta atrás.
No recuerdo si tardé un minuto, una hora o dos en reaccionar ante un anuncio de tal calibre. En cualquier caso, me pareció que pasaba una eternidad, una infinita sucesión de minutos en la que sus lágrimas, de un lado, y mi inexpresivo gesto, de otro, tejían un mosaico tenebroso, al que producía pavor mirar de frente.
-Pero, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por qué? – fue lo único que fui capaz de enunciar cuando acerté a articular palabra después de varios intentos fracasados. Eran tantas incógnitas…
-Me lo detectaron hace dos días –resumió Marta, poniendo fecha a lo que ella veía como el final de nuestra relación.
-¿Por qué no me has dicho nada? – repliqué, en una pregunta que, por mucho que pudiera parecer lo contrario, no contenía ni un gramo de reproche por mi parte.
-Ya te lo he dicho, no quiero hacerte infeliz.
Esa frase, dicha en aquel instante, supuso un golpe bajo para mí, a pesar de que hacía pocos minutos que la había escuchado salir de sus labios. Claro que en aquel momento todo era una incógnita infinita, mientras que ahora la cosa había cambiado. Sin embargo, quise olvidarme de mí mismo y centrarme en Marta.
-No me haces infeliz si me lo dices, cariño. Sólo lo logras si me ocultas lo que te sucede, y más si es algo así – comparé, tratando de comprender de qué manera se podía sentir una mujer tan joven como ella ante un anuncio de ese calibre.
-Pero es que…
-No hay peros, Marta. Quiero que sepas que estoy contigo, que quiero estar contigo. Ahora más que nunca. Te quiero y no voy a separarme de tu lado – balbuceé sin poder evitar que una lágrima sintiera envidia de las suyas y dibujara el mismo camino desde mis párpados hasta mi mejilla.
Por primera vez en aquella tarde, la sonrisa de Marta reapareció. Fue una sonrisa triste, un gesto de alivio, pero al menos pude verla. Quizás ella había pensado que iba a salir corriendo, dejando el rastro de una manada de búfalos detrás de mí. Pero eso era lo opuesto a lo que deseaba hacer, porque aquella mujer me había dado lo que nadie más en el mundo se había atrevido a ofrecerme, ni siquiera en mis mejores sueños. La quería, y simplemente no podía imaginarme levantarme cada mañana sin que ella estuviese a mi lado. Y por eso teníamos que luchar juntos.
Fue esa sonrisa de alivio la que le permitió tomar aire y explicarme con más detalle lo que le sucedía. El médico le dijo que, por fortuna, era joven y habían detectado la dolencia a tiempo. Eso sí, la operación no se la quitaba nadie. Había que eliminar aquello, y programar unos hábitos que impidieran su reaparición posterior en peores condiciones. Pensé entonces que su mayor infortunio había sido no tener la edad suficiente para que se lo hubieran detectado en uno de esos controles preventivos, pero que eso mismo le había facilitado las cosas a la hora de hacer frente a la situación.
Según iba avanzando en su explicación, sólo pude acercarme a ella, tomarle la mano con toda la dulzura que me fue posible reunir y besar sus labios despacio. Recreándome en cada gesto, en cada mirada previa, en la sonrisa posterior de Marta. Creo que fue como sellar un pacto vitalicio. Juntos seríamos más fuertes. Juntos podríamos seguir adelante, aunque fuera con aquel indeseado compañero de viaje. Al menos, esa era la idea a la que nos aferramos en aquel instante.
Salimos del bar agarrados de las manos, como si no quisiéramos despegarnos ni un milímetro, como si fuésemos una sola persona. Miré el reloj. Habían pasado dos horas desde que nuestra cita en la cola del cine, y supe entonces que, por mucho que nos hubieran cambiado el guión, tendríamos más ocasiones de compartir en el futuro nuestra cita con el celuloide. Y eso, tal y como había comenzado la tarde, no era poco para nosotros.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Quién me lo iba a decir


Este poema, como muchos otros, está dedicado a ella. Mi mayor inspiración y la persona que le da sentido a mi vida.

Quién me lo iba a decir

Quién me lo iba a decir
Que al llegar a la treintena
Alguien me haría sonreír
Se llevaría todas mis penas

Quién me lo iba a decir
Sentado en este sillón
Que no fuera a echar de menos
Las noches de botellón

Quién me lo iba a decir
Que deseara llegar
A casa para verla sonreír
Su cuerpo poder de nuevo abrazar

Quién me lo iba a decir
Que el anillo que en ella brilla
Resplandece menos que oír
Cuando al dormir cerca de mí respira

Quién me lo iba a decir
Que los poemas de llanto y dolor
Fueran a dar paso
A declaraciones eternas de amor

Quién me lo iba a decir
Que fuera tan fácil la vida
No lo es, pero al vivir
Encontré el sentido a la mía

Quién me lo iba a decir
Que sería feliz en la montaña
Cerca de quien no se apiada de mí
Y me cuida, y me quiere, pero también me da caña

Quién me lo iba a decir
Que ante mis ojos se abriera el cielo
Cuando pude por fin descubrir
Lo que significa “te quiero”

Quién me lo iba a decir
Que para nadie más pudiera
Este poema escribir
De manera tan sincera

Una forma de vivir


Este es un viejo poema que he rescatado de un cajón. Habla de mí mismo, pero en realidad casi todos lo hacen, ¿no? Lo curioso del asunto es que me sigo viendo reflejado en él... salvo por el último verso.

Una forma de vivir

Por mucho que haya alguna gente
Que no entienda por qué vivo de este modo
Por qué me salgo por la tangente
Por qué no soy Brad Pitt ni Quasimodo

Por mucho que haya quien no entiende
Todo lo que yo hago, digo y siento
Por qué elijo la parte dura de la pendiente
Por qué no me recreo en mis lamentos

Por mucho que haya quien no sepa
Que para mí sólo existe un motivo
Para seguir adelante en esta comedia
Para continuar en la senda de los vivos

Por mucho que mi sueño esté tan lejos
Y tan cerca a la vez de mis deseos
Sigo detrás de una loca utopía
Con nombre de mujer de cercanías

miércoles, 12 de noviembre de 2008

No soy un héroe


El otro día escuchaba una canción, "Lerro zuzena non", de Ruper Ordorika, cuyo estribillo dice algo así como "no he nacido para héroe, no he nacido para víctima". Creo que tiene razón, y que nadie debe sentirse obligado a ejercer de superhombre. Por mucho que a veces nos digan.

No soy un héroe

No nací para ser héroe
Ni para salvar tu vida
Sólo soy una persona
Que busca mientras camina

Mientras camina y recorre
Los senderos que se abren
Por delante de mis ojos
Por detrás de mis pesares

Detrás de mis alegrías
De mis llantos y delante
De lo que me viene encima
Tan incierto como antes

Mas no soy un superhombre
Ni aspiro a poder salvarte
Si recorro mi camino
Con eso tendré bastante

Ni soy héroe ni víctima
Como bien decía la letra
No soy símbolo de nada
No me uses de bandera

martes, 4 de noviembre de 2008

Levántate y anda


Este es un poema dedicado a una buena amiga que, digamos, no pasa por un momento bueno en su vida. Con todo mi cariño, para que le pueda ayudar a seguir adelante en este camino de la vida, a veces tan bonito y otras tan doloroso.

Levántate y anda

Un pasado cortado de raíz
Reaparece cada noche junto a ti
Una etapa parecía ser feliz
De repente todo pareció un desliz

Un desliz en tu existencia anterior
Un sueño del que jamás despertar
No caigas nunca más en el error
De sentirte culpable una vez más

Levántate y anda, queda mucha vida
Sigue el camino que se abre ante ti
Vuelve a la senda que queda dormida
Esperando verte pasar por allí

Se cierra una puerta, a veces de golpe
Algunas ventanas se abrirán por ti
Se cierra una etapa, no pierdas el norte
Levántate y anda, la vida está ahí

Recuerdos que se convierten en tristes
Sedimentos que siempre estarán ahí
Sólo como sombras, muñecos inertes
La vida despierta cada día por ti

Un pasado que no podrás variar
Días por escribir deben quedar
Levántate y anda y sigue de frente
Mírale a los ojos a quien te merece

No pienses que siempre lo mismo sucede
Que si te utilizan, que si una vez más
Levántate y anda y sigue de frente
Hay un camino largo por explorar

Sin rumbo


¿Quién no se ha sentido así alguna vez?

Sin rumbo

Correr, sin saber hacia dónde te diriges
Caminar sin rumbo entre la espesura
Acelerar el paso hacia el abismo
Sin poder divisar lo que se te viene encima

Sin rumbo naces, dibujas tu camino
O te lo dibujan, aunque no es lo mismo
Caminas sin rumbo ni destino cierto
Día a día escribes en un folio muerto

Crees ver una luz que a lo lejos brilla
Y según te acercas ves que es mentira
Sabes que nunca podrá ser tu guía
El faro que esconde el rumbo de tu vida

Creces, o eso crees, con el paso de los días
Piensas que maduras con el calendario
Sin rumbo recorres la senda de tu vida
Y no sabes casi ni el abecedario

Nuevas experiencias al acecho tras la sombra
Cruzas la frontera buscando un sentido
Detrás no ves nada, allí nadie te nombra
Ni ves una luz, no hay nada conocido

Sin rumbo tus huellas se quedan grabadas
Sin destino cierto en el suelo se marcan
Sin nada que haga sentir en tu mirada
La alegría de vivir siempre tan necesaria

Ciclos


Hay ciclos naturales, ciclos vitales... que a veces reaparecen para hacernos entender lo importante que es lo que tenemos ahora, en el presente, a nuestro lado. Para evitar que perdamos muchas veces la perspectiva.

Ciclos

Vuelve a mí el recuerdo de años anteriores
Dolor infinito perdido en el horizonte
Vuelve, y lo comparo con la playa calma
En la que ahora vivo y se me parte el alma

Se me parte al evocar pretéritos dolores
Temblores de aprendiz en el aire difuminados
Sensaciones que ya no me corresponden
Ciclos, círculos, capítulos finiquitados

La tormenta dejó paso a un infinito sosiego
Encontré por fin mi sitio en medio de tu cariño
Entraste en la casa en ruinas que fue mi morada
Me viste allí tembloroso y buscaste mi mirada

No sé ni por qué recuerdo aquellas huellas borrosas
Será por comparación o por poder escribir
Para tener otro verso para llevarme a la boca
O por valorar que ahora soy a tu lado feliz

Sólo quiero que este ciclo no se termine en el tiempo
Lucharé para seguir caminando junto a ti
Para que todos los días a mí me sigas queriendo
Y me digas que me amas al despertar a tu lado

La fuerza del viento


Cuando el viento sopla con fuerza, nos damos cuenta de lo pequeños que somos. Es como si Eolo descargara su rabia sobre el género humano por nuestro infame comportamiento.

La fuerza del viento

En el horizonte el viento
Se deja sentir con fuerza
Su silbido y su lamento
Se repite en mi cabeza

El viento me cuenta cosas
Que otro jamás podría
Me dice que no estás lejos
Que me quieres todavía

Susurra frases con rabia
Canta lamentos y llantos
El viento llora tu ausencia
El aire quiebra mi paz

Ulula el viento del norte
Llorando porque no estás
También él te echa de menos
Y siente mi soledad

Quisiera irme con el viento
Y perderme en el abismo
Ser invisible en tus ojos
Y confundirme contigo

Quisiera, pero no puedo
Y eso el viento me lo cuenta
Con su fuerza lo deja claro
Cuánto me duele tu ausencia

Sin ella el viento sería
Una apacible brisa de mar
Pero no estás, y se convierte
En un implacable huracán

Que arrasa todo a su paso
Como tu ausencia en mi cuerpo
En mi mente y en mis ojos
Mis sentidos temblorosos

Sombras


A veces el pasado regresa sin que lo queramos... pero no hay que preocuparse en exceso, porque normalmente no son realidades, sino sombras de lo que fue...

Sombras
Fantasmas del pasado que regresan
Cuando uno menos se lo espera
Sombras inertes que sólo existen
En tu corazón y en tu cabeza

Rabia contenida que exaspera
Al que a tu lado vive estoicamente
Sólo vive en tu enferma mente
Sombra dolorida, ira incandescente

Fuego en la mirada, sombras acechantes
Dolor incurable y miedo alrededor
Fuego en unos ojos que ya odiaron antes
Sombras del pasado, dolor y rencor

Miedo en el vacío para el equilibrista
Que camina a ciegas sin poder mirar
Al triste horizonte que tiene a la vista
Al triste futuro, al lloroso penar

Sombras tras las sombras, sobre las paredes
Reflejos de vida que aullando se van
Sombras de un pasado que ya nadie quiere
Incierto futuro que nadie verá

Sombras y dolor, oscuridad y miedo
Reflejos de gloria veo entre la niebla
De gloria remota, incierta y ajada
De pena infinita, de dolor y rabia

De rabia por ser el centro de tu ira
De tu mirada encendida en sangre
Por no entender lo que te motiva
Lo que te lleva así a comportarte

Sombras del pasado se ven en el muro
Reflejos pálidos que no se distinguen
Fantasmas perdidos en el otro mundo
Dudas y complejos los que te persiguen

Capítulo acabado


Todos tenemos memoria, aunque sea a veces frágil. Pese a todo, conviene de vez en cuando poner punto y final a episodios de nuestra vida y pensar que ya terminaron.

Capítulo acabado

Veo tu recuerdo como una sombra
Siento tu presencia ya tan lejana
Tu cuerpo es algo que no me nombra
No comeré nunca de esa manzana

Eres un capítulo acabado
De un libro que no volveré a abrir
Un fragmento que se ha terminado
Palabras que no volveré a oír

Eres una puerta cerrada
Cuya llave ya he tirado al mar
Vives en una era acabada
No volverás a verla pasar

Escribo ahora un capítulo nuevo
En un libro con páginas en blanco
El libro de la ilusión y el fuego
En vez de la publicación del llanto

Redacto mis anhelos en un libro
Que no me hará sentirme desgraciado
Un libro que me hace feliz si siento
Que ya eres un capítulo acabado

viernes, 24 de octubre de 2008

La herida


Este poema matinal tiene un destinatario, Ramón. Ojalá lo leas, porque este es especial y sólo tuyo. De hecho, es el único que recuerdo haber escrito a las siete de la mañana tomando un café con leche, lo que escribía a horas tan tempranas siempre iba acompañado de otros brebajes...

La herida
(A Ramón)

Creía que la herida de la soledad
había dejado ya de sangrar
creía que no me quedaba dolor
dentro de mi pobre corazón

Hoy he vuelto a descubrir
que la herida se volvió a abrir
reapareció el manantial
la sangre volvió a brotar

Un manantial de soledad
que no parece tener final
pero lo tiene, aunque no lo sepa
lo veré cuando no lo espere cerca

Soy menos ingenuo que ayer
pero conservo la esperanza
de tener dentro de mi ser
un gramo de confianza

Confiar en que haya un día
en el que pueda regresar
hacia la infinita alegría
mi sonrisa recuperar

Hoy lo veo muy lejano
infinito, perdido, inalcanzable
pero sé que está en mi mano
conectar de nuevo los cables

La herida sigue sangrando
pero hoy menos que ayer
el horizonte se abre
pronto dejará de llover

Volverá el sol a mi vida
la herida se cerrará
todo es cuestión de paciencia
debo saber esperar

sábado, 4 de octubre de 2008

Siete años de amor


No creo que haga falta explicar demasiado en este poema. Es un regalo para mi chica por haberme regalado siete años con los que no llegué ni a soñar. Y los que, espero, quedan.

Siete años de amor

Siete años en un suspiro
Un sueño atado a una vida
Un amor correspondido
Un gozo que no termina

Siete años han pasado
Desde aquel bendito día
En que llegaste a mi lado
De las penumbras surgida

Siete años de amor contigo
Siete velas encendidas
Por los momentos dichosos
Para lamer las heridas

Siete razones perennes
Para quererte por siempre
Siete días por semana
Y setenta veces siete

Siete velas en el templo
Son el rezo de un creyente
El mío es un brindis contigo
Por un amor para siempre

Siete mandamientos sirven
Para quedarme a tu lado
En solo uno resumidos
El amor que tú me has dado

Siete corazones sirven
Para dibujar la estela
De amor que deja en el cielo
El calor de nuestras velas

De nuestras velas ardientes
Que pese a todo no queman
No son dañinas, son siete
Años de amor a tu vera

Puertas en el campo


Desde aquel 11 de septiembre, hemos pasado a una reducción de nuestra libertad en nombre de la seguridad. Así las cosas, hemos podido ver cómo le ponen puertas al campo. Sé que es un tema delicado, pero ¿quién no se ha sentido en los últimos tiempos como un delincuente al ir a coger un avión, viendo las caras de los responsables de seguridad por el hecho de que tu cinturón pita al pasar por el control de turno?

Puertas en el campo

Puertas en el campo, vallas en el mar
Fronteras donde antes sólo ver podías
El ancho infinito, un frondoso lugar
En el que a tus anchas poder campar

Ventanas al monte, por tu seguridad
Restamos al ser humano su libertad
Que no es por dinero, no vayas a creer
Que sólo queremos más y más poder

Puertas a la muerte, puentes en el cielo
Se venden parcelas a precio de saldo
Libertad vigilada, altura a ras del suelo
Amigos que luego te ponen a caldo

Modernos aviones, puertas en el viento
Pérfidos controles hasta el aburrimiento
Me quito el anillo que en el dedo tengo
Levanta sospechas, ya soy uno de ellos

Dices sin rubor que es por nuestro bien
Que les da lo mismo a uno o a cien
Con nuestro dolor te lucras poniendo
Puertas en el campo y hasta en el infierno

Presunción de culpa en tiempos extraños
Recuerdos lejanos de un anonimato
Que ahora no existe, estamos controlados
Conoces la marca de mis dos zapatos

Puertas en el campo, vallas en el mar
Miles de fronteras, controles, barreras
Lo único seguro es que mi libertad
Se quedó dormida en la sala de espera

lunes, 15 de septiembre de 2008

Corazones de alquiler


Apenas veo la televisión, sólo cosas muy elegidas, pero tengo la sensación de que es un gran vertedero en el que cabe porquería de todo tipo. Hace casi un mes que lo escribí, y hoy mismo he visto a Ángel Llacer reconociendo lo que ya intuía, que todas las broncas catódicas en este tipo de programas de nominados es fruto de un guión. Vamos, que tratan de engañarnos y algunos se lo siguen creyendo...

Corazones de alquiler

Vivimos tiempos fríos en los que
Mandan los corazones de alquiler
Vivimos en un tiempo en el que no
Posee gran importancia tu querer

El corazón se vende a todo aquel
Que ponga precio al alma y a la piel
El alma está a la venta para quien
Oferte el mejor precio por doquier

El corazón se encuentra en alquiler
Busca por las esquinas su postor
Para obtener partido de aquello que
Debería ser privado y no trascender

Vivimos tiempos duros para quien
Pretenda huir del circo sin final
De cámaras que venden su virtud
De virtudes que venden su final

Tenemos corazones de alquiler
Para los que no hay crisis alguna
Vendemos almas, siempre hay quien
Las compra y nos muestra sus lagunas

Vivimos tiempos extraños en los que
Mandan los corazones de alquiler
Se alquilan las alcobas por doquier
Meten la mano en el vertedero aquel

Utopía


Hace casi dos décadas me invitaron a una boda e hice un verso que se quedó perdido en el tiempo y en la memoria. Hace poco lo rescaté y, tirando del hilo, hice un canto a la utopía, a la vida sin violencia. Porque sigo pensando que en este mundo las cosas irían mucho mejor con menos cañones y más amor.

Utopía

Hago un canto a la utopía
A un deseo incomprendido
El de pasar por la vida
Sin violencia y con sentido

Utopías que se cumplen
Deseos que no se hacen
Realidad en esta cumbre
Esta cumbre donde yacen

Donde yacen mis ideas
Mi utopía irrealizable
Un sueño que no se cumple
Un deseo que no se hace

Que realidad no se vuelve
La utopía es tan ajena
Que nunca se cumplirá
No tendré las manos llenas

De paz, de nuevos valores
Lejos de leyes humanas
Que sólo disparen flores
Que nunca disparen balas

En este mundo las cosas
Irían mucho mejor
Si en vez de tantos cañones
Pusiéramos más amor

Amor entre hermanos antes
Y después de la batalla
Que el cariño nunca falte
Que no sobre la esperanza

Hago un canto a la utopía
A mi deseo incumplido
Canto al sueño de vivir
Sin violencia y con sentido

Deseo


Además de una canción de Pedro Guerra, una de las canciones de cabecera para mí, este es un homenaje al deseo, uno de los vectores que mueve la vida de cualquiera de nosotros. ¿O acaso no es así?

Deseo

Tanto tiempo dormido
Tanto tiempo malherido
El deseo ha regresado
A por los años perdidos

Tantos días dormitando
Tantas lunas hibernando
El deseo vuelve ahora
Ya se va desperezando

Tanto tiempo sin señales
De vida ni de deseo
Ahora las veo tan claras
Tan meridianas las veo

Las veo, yo las persigo
Las señales del deseo
Del mismo por el que sigo
Aferrado al mismo sueño

El sueño en el que veía
Manifestarse el deseo
Encarnado en tu vida
Representado en tu cuerpo

Tu cuerpo en el que dibujo
El amor que por ti siento
El amor que, siendo brujo
Hechiza mi cuerpo entero

Mi cuerpo que por ti grita
Grita y grita su deseo
Ese que estuvo dormido
Que busca el tiempo perdido

Perdido por ti me siento
Perdido por tu deseo
Por tu latido percibo
El deseo tan adentro

Sin un gramo de nostalgia


En la misma línea, este poema intenta incidir en la idea de que no hay nostalgia en mi presente, que disfruto como un enano de mi día a día, y que quiero seguir haciéndolo. Como decía Silvio Rodríguez, "soy un hombre feliz y quiero que me perdonen en este día los muertos de mi felicidad".

Sin un gramo de nostalgia

Podría contarte que echo de menos
Mi vida anterior, los años pasados
Podría decirlo, pero no es cierto
No siento nostalgia ni de lo ganado

Podría decirte que siento añoranza
De lo que viví cuando era más tierno
Prefiero aferrarme a mi esperanza
Para no volver a entrar en el infierno

Podría afirmar, si quisiera mentirte
Que añoro los años que solo he pasado
Pero no es el caso ni me siento triste
Ni añoro el tiempo sin carne ni pecado

Podría yo incluso contarte que nunca
Sentí cosas como las de aquellos años
Que echo de menos la soledad maldita
Pero mentiría y me haría más daño

Por eso te digo, si he de ser sincero
Que no guardo ni un gramo de nostalgia
Que tengo el bolsillo vacío y a cero
Encaro con gran ilusión el día a día

Ya no tengo quince años


El poemario que he editado este año, "Sueños vetados", es un reflejo de lo escrito desde mi adolescencia. En muchos casos, consecuencia del sufrimiento que conlleva ser un adolescente rechazado por el sexo opuesto. Pero las cosas han cambiado, por suerte para mí, y lo que escribo ahora poco o nada tiene que ver con aquello. Por eso, intento decir que aquella edad se pasó, que ya no es lo mismo. Que ahora es mejor, por muchas razones. Al final, la vida no deja de ser una constante búsqueda, un aprendizaje sin final.

Ya no tengo quince años

Pasa el tiempo, veloz, raudo, efímero y sibilino
Deja su huella en mi vida, con su bagaje o su carga
Episodios que marcaron un desvío en el camino
Otros se esfumaron sin un triste poso en mi alma

Ya no tengo quince años, ya no escribo como antes
Ni sufro por los amores que fueron una utopía
Ya no soy adolescente, todo avanza y yo a la vez
Tengo otras motivaciones para llenar las cuartillas

Deja el reloj una marca dentro de nuestra cabeza
Que aumenta miedos y dudas y disminuye certezas
Pasan los días implacables y dejan su sedimento
Y nos obliga a dar giros, casi siempre son inciertos

Pone el tiempo una bandera como una señal triunfante
En el suelo que conquistó con el miedo por delante
Sitúa mi vida en la suya, condiciona mis recuerdos
Ya no tengo quince años, ni voluntad de tenerlos

Vetados fueron los sueños hasta que yo abrí la puerta
Para que al mundo salieran, para darles libertad
Prohibido estuvo el deseo hasta que apareció ella
Se esfumó la adolescencia, se marchó la pubertad

Hay cosas que siguen hoy tan lejos de mi alcance
Otras llegaron y las puedo disfrutar a cada instante
Ya no tengo quince años, ni soy aquel del pasado
Busco otras ubicaciones a mis sueños realizados

Las ganas de seguir

Es una obviedad, cada uno es hijo de su tiempo y debe a lo que le toca. Por eso, este texto intenta ser una crítica a todo aquel que nos mete a todos en el mismo saco y nos pone verdes a base de tópicos que, en la mayor parte de los casos, se alejan de la realidad. Por eso, sólo puedo ofrecer las ganas de seguir adelante...

Las ganas de seguir
Nos han dicho tantas veces que jamás
Nos ha faltado de nada, que vivimos más
Y mejor de lo que se hacía con anterioridad
Que no estábamos ahí cuando lo pasaron mal

Nos dicen desde hace tiempo que quizás
No sabemos todo lo que tenemos valorar
Que somos desagradecidos por no saber
Qué somos, qué tenemos y qué pudimos ser

Nos dicen que no sabemos vivir sin derrochar
Que antes el día pasaba con un pedazo de pan
Dicen que siempre hacemos del vicio necesidad
Con cosas que hace tiempo no se podían soñar

Nada nos dicen de cuánto cuesta del nido volar
De los precios por las nubes con la dichosa unidad
La callada es la respuesta cuando se trata de hablar
Del paro, de la violencia, del miedo a la soledad

Pero nadie va a poder quitarnos nunca jamás
Las ganas de seguir luchando en esta diaria travesía
De mirar hacia el futuro, tenga la cara que tenga
De no perder el compás en el duro día a día

miércoles, 3 de septiembre de 2008

En las primeras horas del día

Llevo varios días con una canción en la cabeza. No la puedo sacar de ahí. Se llama "Pequeñas monedas y grandes mentiras", y es de Quique González. Tantas vueltas ha dado en mi mente que, al final, su primera frase me ha dado pie a hacer un nuevo poema.

En las primeras horas del día

En las primeras horas del día
He tenido claro cuál es mi destino
He entendido que sin tu compañía
Mi vida será siempre un desatino

En las primeras horas del día
He soñado con estar siempre contigo
He sabido que sólo tendré alegría
Si de tu mano por la vida yo transito

En las siguientes horas del día
He tenido tu cariño a manos llenas
He entrado en un mar de felicidad
Con un agua plácida y sin mareas

En las siguientes horas del día
Te he echado de menos un instante
Tu ausencia se ha tornado en mi agonía
Mis lágrimas fueron piedras rodantes

En las últimas horas del día
He visto con nitidez cuál será mi camino
He dejado que Morfeo me abrazara
También eso lo compartiré contigo

En las primeras horas del día
He tenido claro cuál es mi destino
He comprobado que si ti, mi vida
No podré ya recorrer ningún camino

Tus ojos

Nada hay que exprese mejor un sentimiento, una sensación, que los ojos de alguien. Cuando son los de la persona amada, eso es algo que se eleva al infinito. A la máxima potencia.

Tus ojos

Faros que mi sendero iluminan
Vigilantes de mi transitar sin rumbo
Por tus ojos mi vida camina
Se siente feliz en su paso por el mundo

Brillan en la mitad de la oscuridad
Son el referente de todos mis días
El espejo en el que me miro de verdad
Su luz me hace elegir la buena vía

Infinito lago de bondad en el que miro
Tu belleza, mi destino, tu calor y tu verdad
Infinita eternidad que dura sólo un suspiro
Un instante pasajero que nunca acabar podrá

Deslumbras al sol cada vez que me miras
Apagas el astro rey, sólo tú puedes brillar
Tus ojos dicen que a tu lado me necesitas
Tu mirada me pide “quédate una noche más”

viernes, 29 de agosto de 2008

Puedo

¿No habéis tenido nunca la sensación de impotencia que produce no llegar a todo lo que os gustaría, de no poder hacer todo aquello que alguna vez habéis deseado? Una vez asumidas nuestras (infinitas) limitaciones, sólo puede quedar soñar con lo que nunca podremos hacer. E ironizar incluso con ello...

Puedo

Puedo detener el despertador
Pero no parar la luz del sol
Entrando por mi ventana
Radiante cada mañana

Puedo escuchar una canción
Pero no crear en mi corazón
La más bella melodía
Que jamás escuchar podría

Puedo comprar un diccionario
Pero no tener el conocimiento
La experiencia acumulada
Con el bagaje en mi espalda

Puedo pagar un billete de avión
Pero no volar con mis alas de cartón
Puedo hacerlo con mi corazón
Saltar de lado a lado sin vacilación

Puedo tener entre mis manos
El agua del mar, sumergirme en él
Pero no entender la creación
Del aire, la lluvia, el sol y la piel

No tienes perdón

Este es un poemilla de reciente creación, dedicado a todo aquel que ejerce lo que se llama violencia machista. Nunca he entendido cómo se puede maltratar lo que nos da la vida, lo que le da sentido al caminar diario por duro y árido que este sea. Parece que nos hemos acostumbrado a ver estos casos a diario en los medios de comunicación, pero yo no me acostumbro. Me rebelo contra eso, y esta es mi forma de mostrar mi rechazo a esta situación.

No tienes perdón

Piensas que estás en tu derecho
Para hacer cosas de valor nimio
Que todos bajo tu techo
Deben plegarse a tu dominio

Crees que dominas su cuerpo
Su mente, su alma y su vida
Que debes marcar el terreno
Con sangre de sus heridas

Dices que sólo tú sabes
Lo que conviene a tu otra mitad
Que sólo tú tienes la llave
Que nadie más por ti decidirá

Nunca has visto, sin embargo
El miedo en sus ojos por la mañana
El odio metido en alguien tan dulce
La mirada perdida hacia la ventana

No crees que tengas que alejarte
Tú dices que sabes lo que le conviene
Lo que tú no sabes es cómo pararte
Deja de humillarla, que vienen los nenes

No busques excusas para tus hazañas
No tienes perdón y ya a nadie engañas
Aléjate, deja de provocar sufrimiento
No ves su dolor, no escuchas sus lamentos

No tienes perdón, no te creas superior
Por ser tan cobarde con tu otra mitad
No sientes dolor, no tienes corazón
No ves más allá de tu mediocridad

Hoy es mi cumpleaños

No es que hoy haya completado un año más, sino que ese es el título de uno de los relatos de "Las telarañas del desván". Lo pongo aquí para que quien quiera pueda echarle un ojo y, si le gusta y así lo decide, se pase por mi pequeña tienda en lulu.com. Tan pequeña que sólo tiene dos artículos por el momento... Echadle un vistazo y ya me contaréis. Os podéis descargar el archivo en http://www.4shared.com/file/60902042/90f1b699/Hoy_es_mi_cumpleaos.html
Gracias de antemano!

miércoles, 6 de agosto de 2008

De regreso a la alegría

De regreso a la alegría
Me dijo una lectora de mis "Sueños vetados" que tratase de escribir cosas más alegres. Aunque soy de la opinión de que se hace mejor cuando se está fastidiado, lo cierto es que estoy contento con mi vida, en términos generales, y eso se debe notar en los textos. Ahí va este, más optimista y menos crítico que otros.

De regreso a la alegría

Mucho tiempo penando, llorando por las esquinas
Demasiado tiempo con lágrimas en la mejilla
El azul era oscuro, la claridad no existía
Ahora cojo el tren de regreso a la alegría

De disfrutar las pequeñas cosas que la vida
Regala con su factura, ofrece por las esquinas
Ahora toca regalarme los oídos cada día
Ya terminó padecer, sufrir, vuelvo a la alegría

Veo y siento los colores al pasar por el camino
Si los percibía oscuros, ahora los llevo muy dentro
Ha cambiado mi sentido, ha virado mi destino
Hay sonrisas y cariño donde sólo hubo lamento

La luz alumbra el camino sin llegar a deslumbrarme
Ni tan siquiera la lluvia consigue ya molestarme
Moja mis entrañas, me inunda de sensaciones
Que yo creía perdidas, en perpetuas vacaciones

Vacaciones sin sentido, tan vacías de emociones
Cotidianas desventuras que perpetuas parecieron
Pero vi llegar el tren de destino a la alegría
Me subí en él sin saber qué destino llevaría

Sigo haciendo el recorrido, sigo haciendo mi camino
Sigo disfrutando el viaje rumbo a lo desconocido
Sin un destino marcado de regreso a la alegría
Disfruto como un enano cada instante en esta vía

martes, 22 de julio de 2008

En la memoria indeleble

La muerte, siempre presente en nuestras vidas. El miedo a no respirar nunca más... La memoria, sin embargo, no debe desaparecer nunca.

En la memoria indeleble

Sus ojos no volverán a ver la luz nunca jamás
Sus manos ya no me podrán de nuevo tocar
Su boca sabia que un día tanto me pudo enseñar
Callará por siempre, jamás volverá a hablar

Sus piernas ya no podrán ser capaces de andar
Su oído tan fino ya no podrá mi voz escuchar
Su pecho cantor ya no podrá volver a entonar
Las canciones que le acompañaban en su caminar

Su mente, lúcida siempre, ya no se recreará más
En los recodos del camino sombrío por el que
Tantas veces transitó, los sauces por él llorarán
Recordando su figura desgarbada ver pasar

Su cariño, su alegría, es algo que no volverá
Y nadie puede consolar la marcha de alguien como él
Pero su recuerdo en cambio jamás desaparecerá
Se quedará para siempre, en la memoria indeleble

Huye de mi mente

Este es el primer poema de nueva creación, el primero después de "Sueños vetados". Espero que a alguien pueda gustarle. Es un compendio de las cosas que no forman parte de mi decálogo, lo que me hace seguir adelante, aunque sea a base de rechazarlo.

Huye de mi mente

Sueño, huye de mi mente tan cansada
No quiero tenerte en mi presencia
Quiero tener bien abierta la mirada
Soñar es propio de quien todo anhela

Ambición, huye de mi mente tan extraña
No quiero que marques mi camino
Ni que escribas el guión de mi destino
Si así he de pisar a mi camarada

Frío, huye de mi mente gélida y huraña
No quiero que me dejes inerte en el hielo
Bajo cero sólo soy una estatua tan extraña
El sol brilla y me derrite y con él tocaré el cielo

Silencio, huye de mi mente tan ruidosa
No quiero más que una presencia necesaria
Que no sea excesiva, ni pueda ser otra cosa
Ni dibuje mi horizonte como un destino de paria

Odio, huye de mi mente tan cansada
De ver tantas barbaridades en tu nombre
Sal de nuestra vida, rompe la barrera
No vuelvas a verme ni grites mi nombre

Poder, huye de mi mente deseosa
De ver que haces y deshaces a tu antojo
No quiero ver de cerca tus fauces de lobo
Hambriento de devorar a otros lobos

Violencia, huye de mi mente tan hastiada
Ya sé que no hay fin que nada justifique
Ni medios para apoyar cuando se trata
De mancharme de sangre, ni el meñique

Bienvenidos

Bienvenidos a todos los que paséis por este humilde espacio. El objetivo no es otro que dar salida a algunos de los poemillas y relatillos que estoy escribiendo desde hace tiempo. Este blog pretende ser una ventana para mis creaciones, para que quien quiera pueda verlas, opinar sobre ellas... y relacionarme con otros escritores que nos asomamos a este sueño literario a través de la Red. Lo primero que escribí tiene ya 18 añitos, podría votar y todo, y hace poco le di forma de libro llamándolo "Sueños vetados" (podéis echarle un ojo desde aquí si queréis). Lo que voy a colgar aquí son textos nuevos, que acaso en el futuro podrán formar parte de otro libro... Nunca se sabe lo que deparará el futuro, pero por si acaso los iré poniendo aquí. Gracias a todo el que se pase por esta ventanita y salud!